El camino de la vida llevó a Antonio Malaspina desde la tranquilidad rural hasta las aulas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde estudió medicina y luego pasó a convertirse en un exitoso médico especializado en neurocirugía en Nueva York. Su historia refleja cómo los valores inculcados en la infancia y la dedicación pueden llevar a alcanzar los sueños más audaces, sin importar cuán lejos puedan parecer.

Por Leo Mirenda
Especial para EL NORTE
En las vastas tierras rurales del paraje Zino, el joven Antonio Malaspina forjó su sueño. Creció rodeado de la tranquilidad del campo, estudiando en la humilde escuela número 2 “Coronel José Félix Bogado” de la zona. Su infancia, marcada por momentos entrañables, sembró las semillas del amor por el aprendizaje. “Me crie en la zona rural, en el paraje Zino. Rómulo y Silvana (sus padres) me inculcaron el valor del estudio desde chico”, contó el joven médico a la Radio Ramallo. Con 34 años de edad y una exitosa carrera, su vida pasa hoy por la ciudad de Nueva York.
“Hoy en día lo veo como un privilegio lo que he vivido, tuve una infancia muy sana. La educación que tuve en la escuela 2 fue muy buena. En cualquier parte del mundo, por esa educación, se tendría que pagar mucho dinero, porque éramos pocos alumnos y la señorita, como le decíamos, nos enseñaba uno a uno. Eso fue un privilegio”, añadió con gratitud.
El camino de la vida lo llevó desde la tranquilidad rural hasta las aulas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde estudió medicina y se especializó en neurocirugía. Sin embargo, no olvidó sus raíces y los momentos felices en su paraje Zino natal. “Cada vez que tengo la oportunidad de ir al campo, voy. Mis inicios fueron muy diferentes a lo que hago hoy. Mi infancia con mi familia, con mi hermano Santiago, los amigos, los bailes en el club Paraje Zino…, cada vez que vuelvo y ando por la Ruta 51, tengo recuerdos muy felices”, rememoró con cariño.
“Cuando empecé en la escuela técnica, cuando me preguntan cómo es vivir en Estados Unidos, yo digo que el gran cambio lo tuve en la escuela técnica de Villa Ramallo, ese fue el cambio que más impactó en mí”, reflexionó. Aquí encontró no solo una educación de calidad, sino también la amistad y el apoyo de profesores como Gabriela Blanco y compañeros como Feli, el hijo de la profesora, que recuerda con alegría.
Desde temprana edad, tuvo una admiración innata por la profesión médica, inspirado por figuras como su tío Rubén Malaspina y los hermanos Desposito (Rómulo y Juan Manuel) en Ramallo. Este respeto y admiración lo llevaron a Buenos Aires para estudiar medicina, donde comenzó su viaje desde la tranquilidad del campo hasta las aulas de la UBA.
El viaje del doctor Malaspina continuó hasta convertirse en un exitoso médico especializado en neurocirugía en Nueva York, dejando un testimonio inspirador de la importancia del acceso a la educación y la pasión por el aprendizaje. Su historia refleja cómo los valores inculcados en la infancia y la dedicación pueden llevar a alcanzar los sueños más audaces, sin importar cuán lejos puedan parecer.

“Yo soy un hijo de la educación pública”
Antonio es un vivo ejemplo de cómo la educación pública argentina puede moldear un destino excepcional. Su pasión por el aprendizaje y el respeto por la profesión médica se cultivaron desde temprana edad. Como él mismo dice: “Yo soy un hijo en lo profesional de la educación pública, tengo la posibilidad de ser quien soy hoy en día gracias a mi familia y a la educación pública argentina.”
Tras completar su formación en medicina, se embarcó en un riguroso camino hacia la especialización en neurocirugía, una disciplina conocida por su complejidad. “Estudié medicina y cuando me recibí, completé seis años más en la especialidad de neurocirujano. Es una de las residencias más largas, y el último año sos el jefe de residentes, enfrentando casos extremadamente complejos. No hay una cirugía sencilla o simple en la neurocirugía”, recalcó con humildad.
El punto de inflexión en su carrera se produjo cuando, durante su último año de residencia, tuvo la oportunidad de viajar a Nueva York para una capacitación en la Universidad de Cornell. Fue allí donde el destino le sonrió. Y relató con entusiasmo: “Mientras estaba haciendo la residencia, en mi último año me fui a hacer una capacitación a Nueva York en la Universidad de Cornell. Conocí gente, siempre estuve en el lugar correcto y en el momento justo. Y después me contactaron con la Universidad Rockefeller. Se fue dando, y ahora estoy en Nueva York. Estoy trabajando en proyectos de investigación”.
Actualmente, se encuentra inmerso en el emocionante mundo de la investigación neurocientífica. “Me levanto y voy a la universidad, somos un grupo de 20 personas y lo que se hace es investigación en el campo de la neurociencia,” explicó con pasión.
Aunque su camino lo llevó lejos de sus raíces en Ramallo, nunca olvidó de dónde viene. “Siempre pensé que me iba a volver a Ramallo para trabajar, pero surgió la posibilidad y nunca me imaginé todo esto. Como se dieron todas las cosas, veo difícil volver por el hecho de mi trabajo, la posibilidad que tengo en Estados Unidos es única. Estoy muy contento de estar en ese lugar y espero estar allí por muchos años más”, concluyó con un sentimiento de gratitud y determinación.
El viaje del Dr. Antonio Malaspina es un testimonio de perseverancia, dedicación y la influencia duradera de una educación de calidad en la formación de un destacado profesional. Su historia inspira a aquellos que buscan alcanzar sus sueños, sin importar cuán lejos puedan parecer.