EUNOO, EL HOMBRE QUE LIDERÓ UNA REBELIÓN DE ESCLAVOS EN LA ANTIGUA ROMA ANTES QUE ESPARTACO

Cuando se habla de una rebelión de esclavos en la Antigua Roma inevitablemente nos viene a la cabeza el nombre de Espartaco. Pero Espartaco no fue el primero en meter miedo a los romanos levantando en armas a los parias de la sociedad; de hecho, tampoco el segundo, como veremos. Antes que nadie lo hizo Eunoo.

De la redacción de EL NORTE
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La Roma del siglo II a. C. era un gigante con pies de barro, como se ha dicho alguna vez, contrastando esa fragilidad con su incontestable poderío militar, que acababa de aplastar sin piedad la amenaza del cartaginés Aníbal. Y es que, pese a que ya controlaba casi todo el norte de África y recibía ricos tributos, su compleja organización política, concebida para impedir el retorno a la monarquía a base de dividir los territorios en provincias consulares y provincias senatoriales, junto con una desigual estratificación social, habían llevado a un empobrecimiento de los pequeños propietarios, que tuvieron que abandonar el campo para irse a la ciudad y sobrevivir vendiendo su voto político o sus servicios a los candidatos de las clases pudientes (patricios y ecuestres) en una relación clientelar.
Sicilia era uno de esos territorios que se podían considerar de especial riesgo; no en vano se la conocía como el granero de Roma.
El descontento fraguó en cuanto hizo aparición uno de esos líderes mesiánicos capaces de arrastrar a las masas. Se trataba de Eunoo y afirmaba poseer tanto dotes mágicas como proféticas. De las primeras se decía que era capaz de expulsar fuego por la boca (un truco que solía aplicar para entretener a sus compañeros) mientras las segundas le llegarían a través de visiones que le inducía la diosa Atargatis (Derceto en griego), una divinidad siria representada con la forma de las sirenas clásicas, que le habría anunciado el éxito en la insurrección. Los cuatrocientos esclavos de la hacienda de Damófilo, famoso por su crueldad (Diodoro de Sicilia cuenta que no se molestaba en alimentarlos ni proporcionarles vestido), se rebelaron y pasaron a cuchillo a todo el mundo (aunque perdonaron a la hija de Damófilo por haberse mostrado siempre bondadosa).

Ejército colosal

Al extenderse la llama a los demás rincones de Sicilia (Taormina, Mesina, Catania, Siracusa…), con la ayuda del esclavo griego Aqueo formaron un colosal ejército que algunos autores cifran hasta en doscientos mil efectivos. Se supone que ese número incluiría mujeres y niños, pero incluso los cálculos más modestos, los restringidos a guerreros, son ingentes: en torno a sesenta mil hombres. Sin embargo, pese a lo que cabía esperar, no procedieron a incendiar las villas y solo se cebaron con las grandes haciendas, respetando a los pequeños propietarios y arrendatarios; en las ciudades fue diferente, eso sí, porque el subproletariado urbano que se les unió sembró el caos.
Los autores romanos, como Diodoro de Sicilia, Lucio Aneo Floro o Posidonio, otorgan a Eunoo carisma y astucia pero no pericia militar, que sería cosa de su ayudante Cleón, también esclavo pero procedente de Cilicia (una región costera de Anatolia). Cleón lideró otro foco rebelde en Agrigento, pero, en contra de lo que esperaban los romanos, reconoció a Eunoo como líder tras la conquista de la ciudad de Enna, llevada a cabo tal como había ordenado Atargatis. Enna estaba en el centro de la isla, ubicada en lo alto de un cerro y por tanto con buenas defensas naturales. Era un lugar con un sangriento pasado reciente, en el que los romanos exterminaron salvajemente a la población de origen púnico y donde, contaba la mitología, Proserpina fue raptada por Plutón. Tras derrotar al pretor romano Lucio Hipseo, Enna cayó en manos de los sublevados, enardecidos por las demostraciones taumatúrgicas de Eunoo, quien una vez obtenida la victoria fue coronado rey.

Final

La ilusión duró el tiempo que tardaron las legiones romanas no en llegar sino en organizarse disciplinadamente, pues hasta entonces pecaban de dejadez, tal como había pasado en Hispania antes de que Escipión pusiera orden. Tras un primer fracaso de Fulvio Flaco, setenta mil hombres al mando del gobernador Marco Perpenna, solucionaron el problema siguiendo las órdenes de los sucesivos cónsules: Lucio Calpurnio Pisón primero y Publio Rupilio después, siendo durante el mandato de este último cuando se puso fin a la revuelta (a su regreso a Roma, Rupilio fue premiado por el Senado con un triunfo).
Los esclavos se atrincheraron en Enna como último reducto pero Rupilio pudo tomar la ciudad, que prácticamente quedó destruida y nunca más volvió a levantar cabeza. Cleón murió en combate mientras Eunoo y algunos seguidores intentaban ponerse a salvo escondiéndose en una cueva situada a unos ocho kilómetros por la que, según la mitología, Plutón entraba y salía de su reino subterráneo. No lograron escapar y terminaron apresados, aunque parece ser que Eunoo, quizá herido, falleció antes de su previsible ajusticiamiento.

Fuentes: Historia de Roma (Serguéi Kovaliov) / Historia de Roma (JJosé Manuel Roldán Hervás) / Historia Antigua II. El mundo Clásico. Historia de Roma (Javier Cabrero Piquero y Pilar Fernández Uriel) / Cayo Mario. El tercer fundador de Roma (Francisco García Campa) / Cicerón y su tiempo (S.L. Utchenko)