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San Nicolás de los Arroyos
domingo, 24 septiembre, 2023

Edición N° 4545

“La convivencia, el perdón y la reconciliación”

HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (Mt 18,21-35).

Por Monseñor Hugo Norberto Santiago
Obispo de la Diócesis de San Nicolás



   «Se acercó Pedro y dijo a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: “Dame un plazo y te pagaré todo”. El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: “Págame lo que me debes”. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: “Dame un plazo y te pagaré la deuda”. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contárselo a su señor. Este lo mandó a llamar y le dijo: “¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda, ¿no debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?”. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi padre celestial con ustedes si no perdonan de corazón a sus hermanos».
Palabra del Señor.

Dios perdona siempre

Este texto del Evangelio supone que la persona se conoce a sí misma y sabe que absolutamente todas las personas son falibles, incluido ella misma. El otro presupuesto que enseña Jesús es que si nos arrepentimos de corazón, Dios nos perdona mucho y siempre. La tercera enseñanza es que lo que Dios nos perdona es superior a lo que nosotros perdonamos a los demás. Si aceptamos estos tres presupuestos, seremos capaces de perdonar y pedir perdón, de lo contrario nos costará mucho reconciliarnos. Finalmente, la reconciliación supone que se aceptó el error y se dio el perdón. Puede que una persona esté dispuesta a perdonar, pero la otra parte no reconoció su error, entonces hay perdón, pero no hay reconciliación ni retorno a la amistad.



Conocernos

Los que conviven todo el tiempo saben por experiencia que cada uno tiene virtudes y defectos, y si aceptan esta gran verdad, van aprendiendo a amarse y perdonarse mutuamente, cosa que no se veía tan claro cuando todavía no convivían. Saben que el amor, como es entre personas falibles, supone el perdón. Esta experiencia hay que aplicarla a todo tipo de convivencia. En cuanto a que Dios nos perdona siempre y mucho, Jesús tiene un ejemplo bien claro: “Sean como el Padre Celestial que hace salir el sol sobre malos y buenos” (Mt. 5,45). Claro, se trata de la paciencia de un Padre que va perdonando a los hijos con la esperanza de que cambien y sean cada vez mejores. Darnos cuenta de que Dios nos perdona mucho más de lo que nosotros perdonamos a los demás surge del conocimiento que tengamos de nosotros mismos, de ser así, nos daremos cuenta de que “no somos originales para pecar”, habitualmente solemos reincidir en lo mismo, porque nuestros errores y pecados suelen estar unidos a nuestro temperamento; por ejemplo, si somos impulsivos, ocurrirá que de vez en cuando reaccionaremos visceralmente, sin pensar, y ofenderemos a los demás de manera reincidente.

Reincidencia y perdón

Si somos honestos y transparentes, reconoceremos que Dios, con una paciencia infinita, perdona no solo nuestros defectos reconocidos cada vez que le pedimos perdón, sino la reincidencia permanente en los mismos. Si reconocemos esto, será más fácil tener paciencia y perdonar los defectos de las personas con quienes convivimos habitualmente. Una clave para lograr esta actitud es tomar conciencia de que muchas veces mordemos el polvo de la impotencia a la hora de querer corregir un defecto personal, reincidimos sin poder superarlo por más que lo intentamos, ese descubrimiento nos ayudará a comprender al otro que reincide en el mismo defecto que nos molesta. ¿Por qué no pensar que intenta superarlo sin lograrlo igual como nos pasa a nosotros? Otra cosa que ayuda es aceptar que la vida no es un mar tranquilo, tiene momentos de bonanza, pero tarde o temprano llega alguna borrasca, y las aguas indican signos de tormenta; eso sí, para dialogar, habrá que esperar que el mar retorne a la tranquilidad. En síntesis: para reconciliarnos y volver a ser amigos habrá que aprender a pedir perdón en el tiempo oportuno y a darlo una y otra vez, entonces habremos llegado a la cumbre tan deseada: la capacidad de vivir reconciliados. Buen domingo.

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