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San Nicolás de los Arroyos
viernes, 24 marzo, 2023

Edición N° 4361

“VER”

HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan (Jn. 9,1-41)

+Por el obispo Hugo Norberto Santiago.



    “Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: ‘Ve a lavarte a la piscina de Siloé’, que significa ‘Enviado’. El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: ‘¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna? Unos opinaban: ‘Es el mismo’. ‘No, respondían otros, es uno que se le parece’. Él decía: ‘Soy realmente yo’. El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. Él les respondió: ‘Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo’. Algunos fariseos decían: ‘Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado’. Otros replicaban: ‘¿Cómo un pecador puede hacer semejante signos? Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: ‘Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?’ El hombre respondió: ‘Es un profeta’. Ellos le respondieron: ‘Tú naciste lleno de pecado,  ¿y quieres darnos lecciones?’. Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: ‘¿Crees en el Hijo del hombre?’. Él le respondió: ‘¿Quién es, Señor, para que crea en Él?’. Jesús le dijo: ‘Tú lo has visto; es el que te está hablando’. Entonces él exclamó: ‘Creo, Señor’, y se postró ante Él.”  Palabra del Señor.



No hay peor ciego que el que no quiere ver

     En el Evangelio, las palabras suelen tener un significado material y un significado espiritual. Por ejemplo: “tener hambre y sed” suele significar, además de unas necesidades físicas, el deseo de amistad, de ser amado, de una vida digna, el deseo de Dios. Es más, el deseo de Dios es tan fuerte que se compara con una necesidad vital: la sed; un ejemplo es el Salmo 41: “Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma te busca, Señor”. En el caso del Evangelio de este cuarto domingo de cuaresma, la ceguera y la visión significan el no comprender y el comprender; el no creer y el creer; el no caer en la cuenta y el caer en la cuenta. Por un lado, el Evangelio nos presenta a un hombre ciego al que Jesús le devuelve la vista, y por el otro lado están los fariseos que no quieren ver lo obvio; que Jesús ha hecho un milagro; son víctimas de una “ceguera” voluntaria y, en cierto sentido, culpable: no lo quieren reconocer como Dios porque atenta contra sus intereses. En este caso se cumple el dicho “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. En efecto, el milagro de devolverle la vista a un ciego es un signo, y en cierto sentido una prueba de que en Jesús hay más que un simple hombre, hay razones para confiar, para creer en Él; sin embargo, los fariseos tienen intereses egoístas por los cuales no les conviene reconocer a Jesús. En efecto, eran líderes religiosos a quienes Jesús cuestiona, les pide que cambien de vida. Aquí encontramos la razón por la cual, a veces, no queremos ver lo obvio: nuestro egoísmo. Lo que vemos es evidente, pero atenta contra nuestros intereses, entonces no lo queremos reconocer.

La vista y el diálogo social en la crisis del 2001

              Uno de los obispos que fue convocado por el Gobierno nacional para trabajar en el diálogo social durante la crisis del 2001, con el objetivo de evitar un estallido de la sociedad argentina, que en un contexto de hiperinflación ya no podía sostenerse económicamente, me decía: “Lo que impide el bien común de los argentinos son los intereses personales y sectoriales, cada sector no ve más allá de sus propios intereses”. Cualquier parecido con la realidad sociopolítica de la Argentina actual es pura casualidad, ¿no? Este domingo le pedimos a Jesús la gracia de que los argentinos “veamos”, y como la selección de fútbol que ganó el Mundial, “juguemos unidos”. Rogamos a Dios que con el “láser” de su misericordia y sabiduría nos cure de las ‘cataratas’ de nuestro egoísmo, de nuestro narcisismo que nos impiden ver más allá de nuestros propios intereses. La generosidad de Dios con nosotros nos ayuda a ser generosos con los demás. Por eso, al despertarnos, como le enseñamos a los niños, se dice ‘por favor’, se dice ‘muchas gracias”, es bueno comenzar el día diciéndole a Jesús: “Por favor, has que veamos, que tengamos los ojos del alma limpios de egoísmo. Muchas gracias por devolvernos la vista, por verte vivo en la historia, por ver bajo el prisma del amor, porque eso nos hace abrirnos y dar una mano a los demás más allá de nuestros intereses personales y sectoriales”. Este es el único camino que nos hace alcanzar el trofeo del bien común, no hay otro. En la historia argentina tenemos los antecedentes de quienes, desde su grandeza personal, nos regalaron la libertad, la autonomía y la posibilidad de vivir dignamente.

Buen domingo y buen almuerzo.

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